Cuento publicado en la revista Mundos Subterráneos 14-15:61-64. Junio 2004.
Luz???...
¿Qué es eso? Pregunté a mi compañero después de reconocerlo al tocar su cuerpo con mis larguísimas patas en forma de antenas, llenas de pelos sensitivos.
Él venía corriendo a toda prisa. Desde muy lejos por las estrechas y húmedas galerías; pude sentir sus pasos como se acercaban cada vez con mayor claridad y escuchaba sus gritos retumbar por las paredes milenarias.
Luz!! Luz!! Gritaba…
Un resplandor que colorea todo!!! Decía, con su voz entrecortada por los jadeos del cansancio.
Calma, calma, -dije- descansa un poco y cuéntame que te pasa.
Con mis finos sensores ausculté a nuestro alrededor.
Reposamos nuestros cuerpos contra el techo de la cámara donde nos encontrábamos.
Con mis enormes garras tomé un diminuto grillo que pasaba cerca al cual di muerte con mis afilados colmillos.
- Come un poco, le ofrecí, mientras él, poco a poco recobraba el aliento.
-No gracias!! En este momento no tengo hambre
Así que comencé a apretar el cadáver contra mi cavidad oral mientras succionaba los líquidos del delicioso insecto.
-¿Qué es lo que te traes ahora? -pregunté
-Estaba yo en la cámara donde vivo, -comenzó- recordando tiempos felices, cuando de repente un estruendo se dejó sentir por todo el lugar. Yo,
aterrado y confundido, busqué refugio en una rendija en la que suelo ocultarme cuando pasa alguna de esas tarántulas hambrientas cerca.
El tremor fue terrible. El aire se sintió irrespirable, era tibio y había muchas partículas de polvo volando por todo el sitio como aquella vez que
pasó el grupo de murciélagos perdidos -¿te acuerdas?- y con el aire de sus alas levantaron el polvo. Pues fue así pero mil veces más fuerte. Mis pulmones me ardían.
Estuve algún tiempo –pudieron haber sido horas- inmóvil. No me animaba a moverme.
Finalmente, saqué, con temor y poco a poco una de mis patas anteniformes, exploré alrededor. Parecía seguro, así que me aventuré fuera de mi escondite.
Sentí un fuerte ardor en mis ojos y todo era muy extraño, nunca había sentido algo así. Regresé a mi escondite y lloré.
Después de un tiempo me armé de valor y salí. El ardor estaba de nuevo allí, pero mientras pasaba el tiempo el dolor pasaba también.
Mis ojos… siempre me preguntaba ¿De que me sirven?, Estos órganos inútiles solo ocupan espacio en mi cabeza y no me dejan pensar a gusto… solía decir…
Pero ahora, algo pasaba. Pude ver con ellos.
-VER??? Dije mientras los despojos de mi comida caían hacia arriba, ya que de la impresión sin darme cuenta los solté. ¿Cómo que ver? ¡Explícate!
-Si, pude ver como por el techo se había derrumbado una parte y por allí entraba un rayo claro, muy claro que iluminaba toda la cámara.
Todos los lugares que conozco a detalle, la gotera, las columnas, la pequeña laguna de donde tomo el agua fresca estaban ahí, pero ahora eran diferentes, tenían colores y tonalidades, se veían imponentes, parecía
que habían crecido.
Pude haber ido a la fuente de la luz pero me dio miedo, así que me introduje en la galería y corrí gritando hasta que te encontré.
- ¿Qué hacemos?, me dijo.
Mmmm, no lo sé, mascullé mientras pasaba mi pata derecha por el cepillo de pelos que tengo entre los colmillos.
Medité un poco y con aire arrogante, dije:
Alguna vez, que recorriendo la sala de los murciélagos en busca de las excelentes cucarachas que se crían allí por sus excrementos, escuché entre el ruido una conversación sobre el “Afuera”. Ellos hablaban sobre
algo que se llama luna, que es brillante y se alimenta de otras cosas brillantes pequeñas que llaman estrellas, engordando cada noche hasta que está llena y se va a dormir, desapareciendo durante algunos días para reposar su comida y apareciendo de nuevo delgada.
Dicen que por que se alimenta de estrellas es de donde toma su brillo.
Aunque cuando está llena no hay mucha comida, a muchos de ellos les gusta salir por que dicen que pueden ver…
También oí que existe algo muy, muy brillante, mucho más que luna y que cuando sale, ellos tienen que regresar acá por que el brillo es tan grande que les duelen los ojos.
Pero también oí que antes que salga el brillo grande pueden ver cosas muy impresionantes…
Y hasta ahí escuché, por que en eso estaba cuando justo frente a mí pasó una preciosa cucaracha que sin darse cuenta tocó mi cuerpo con su larga antena.
Quedó paralizada en ese instante pues nuestro sabor es inconfundible. Yo podía percibir su miedo.
Pude sentir su gran tamaño y buena condición con mis anteniformes… abrí lo más grande que pude mis palpos llenos de afiladas espinas y arremetí contra ella dándole el abrazo mortal.
No tuvo tiempo de intentar siquiera escapar cuando mis colmillos atravesaron su suave cutícula. Pude sentir como cruzaba cada uno de sus órganos. No opuso mucha resistencia ya que mi abrazo fue definitivo… mmm… esa fue una comida memorable.
- Mi compañero escuchaba atento mi relato, lo supe por su silencio e inmovilidad ya que tocaba su cuerpo de vez en cuando con mis anteniformes.
- Así que no pude escuchar más de la conversación de aquellos murciélagos. Me pareció algo interesante aunque no supe si era verdad o no lo que platicaban.
Pero ahora que me dices acerca de lo que pasó en tu cámara…
Tal vez ese es un camino para el “Afuera”…
- ¿Y si vamos?, preguntó en un sobresalto.
- ¿A el “Afuera”? contesté.
- Si, quiero ver, ver, ver.
- Hemos vivido aquí siempre, nuestros padres, nuestros abuelos y hasta donde yo sé, hemos habitado estas cavernas durante eones.
Nuestros cuerpos son perfectos para desenvolvernos en este entorno, la evolución nos ha moldeado. De aquí somos y no sé si sea correcto salir…
- ¿Tienes miedo?, preguntó burlón…
- ¿Yo? ¿miedo? Já!!
- Si, tienes miedo.
- Vamos, dije, ciego de coraje y aceptando el reto.
Nos escurrimos por los intrincados caminos de este conocido laberinto. Solitarios como estamos acostumbrados a estar en este mundo de penumbras,
avanzamos por viejos pasajes en donde el único sonido que se siente es el constante y eterno gotear de el techo que llora no se por qué.
De repente, al final de un túnel, vi algo hiriente, brillante… Me detuve, me sentí un poco mareado y aturdido.
Mi compañero percibió que me detuve y me animó a continuar.
La cámara estaba completamente iluminada y, por primera vez en mi vida vi.
Mudo, paralizado, sentía cosquillas recorriendo cada una de mis extremidades hasta mis pequeñas garras. Una sensación de júbilo capturó mi cuerpo, era extraordinario.
Mi compañero me jalaba para seguir explorando los sitios que alcanzaba esa luz.
Mi cuerpo se fue tornando tibio y cada vez que nos colocábamos directamente bajo el potente haz el calor aumentaba hasta que no podía soportarlo y tenía que correr a toda velocidad a alguna grieta a refugiarme.
Así estuvimos jugando por un rato.
Felices nos colocábamos uno frente a otro y extrañados veíamos como se movían nuestros cuerpos. Era muy gracioso, nos veíamos tan torpes… Nunca antes nos habíamos visto. Sabíamos como éramos pero nunca nos vimos.
De repente un sonido desde la fuente de luz nos paralizó, nos sentíamos infinitamente vulnerables, la eterna oscuridad que nos ocultaba, estaba ausente en ese momento.
Lentamente volteamos…
Un extraño ser se asomaba desde arriba, otra luz salía de su cabeza… Gritó algo en un lenguaje y un sonido que no conocíamos pero que podíamos entender.
Desapareció de nuestra vista e inmediatamente corrimos a ocultarnos. Apretados en la rendija que, aunque estrecha fue la primera que encontramos. Quedamos mudos y aterrados.
Los sonidos continuaban.
Asomamos nuestras cabezas para hacer uso de ese maravilloso sentido que acabábamos de descubrir y observamos como desde arriba caía un enorme hilo similar al que tejen las arañas para atrapar a sus presas en un rincón de esta cueva.
Por el gran hilo comenzó a descender uno de estos seres, supusimos que era un tipo de araña gigante aunque con menos patas.
Tuvimos mucho miedo ya que las arañas son nuestros depredadores naturales.
Después bajaron otros seres que por alguna extraña razón bautizamos como hezpeleohlogozh.
Eran seres de varios colores y con extrañas adaptaciones para trasladarse por su hilo que les salían de la cintura y del pecho. Eran jorobados y de
sus gibas, sacaban cosas. Sus patas largas terminaban en color negro y en las cortas tenían dedos.
Expectantes y con la paciencia que nos caracteriza, observamos su comportamiento.
Sacaban unas cintas largas y unos cuadros blancos en donde uno de ellos rayaba como cuando la arena es muy fina y las patas hacen surcos.
Así, se introdujeron a las partes sin luz de nuestro mundo.
Los seguimos mientras escuchábamos sus conversaciones.
Hablaban de lo mal que están las cosas en el “Afuera”, de que los de su especie, a los que llamaban “gente”, se matan entre sí y matan a otros seres que ellos llamaban “selva” y “bosque” y también a uno que parece
que es más grande que todos y que le dicen “Tierra”.
Al parecer los de su especie sufren mucho.
Decían todo esto mientras pegaban sus hilos en las orillas de los túneles grandes verticales para después descender por ellos. Eso nos causaba gracia ya que ellos no pueden bajar como nosotros sólo con nuestras garras. Además se quitan la joroba mientras bajan y se la ponen entre las patas largas colgadas de otro hilo.
Durante su camino, cada vez que encontraban a alguno de nuestros vecinos le apuntaban con algo y después salía una luz como el gran brillo.
La primera vez que vimos esto nos asustamos mucho y hasta nos escondimos. Pensamos que habían matado a la rana blanca. Yo creo que ella también lo pensó pues quedó inmóvil y llorando.
Los hezpeleohlogozh la dejaron ahí, confundida y sola.
–tiempo después se volvió loca y se suicidó-.
No se a qué vinieron a nuestro mundo, tal vez a explorar como lo íbamos a hacer nosotros antes de que se nos adelantaran ellos.
Llegaron hasta donde no podían pasar con sus grandes cuerpos. No saben que si siguieran por la grieta, un poco adelante hay una gran sala donde cabrían cientos de ellos y donde a veces nos sentamos a platicar mi compañero y yo.
Hablaron acerca de la nueva claraboya –creo que así le llaman al lugar por donde entra la luz- y de futuras expediciones.
Sacaron cosas de sus jorobas y comenzaron a comer –Jajajajajaja- que graciosos se veían comiendo de sus gibas.
De repente uno de ellos volteó y apuntó con la luz de su cabeza a mi compañero. Los dos quedamos inmóviles.
Uno de ellos que decía que era biólogo o algo así se acercó y tomó a mi compañero. Él, el gritaba y pedía auxilio, fue un momento terrible.
Los hezpeleohlogozh no parecían tan grandes hasta que tomaron a mi compañero. Eran tan enormes que en una sola de sus patas cortas cabía mi compañero. Yo no sabía que hacer, a mí no me habían visto, pero no podía hacer nada contra esos gigantes, así que esperé. El que tenía a mi compañero empezó a explicarles que se trataba de un arácnido y que se llamaba amblypigido aunque la “gente” le dice Kanclo. El tipo parecía
saber mucho, Ja! que arrogante era al explicar a mi compañero. Le ponía nombres raros a cada una de sus partes el muy promiscuo.
Finalmente lo liberaron y él corrió y corrió, por muchas galerías, yo lo seguí, hasta que pude alcanzarlo. Estaba muy asustado y tenía mucho asco de que lo habían tocado esos seres extraños.
Decidimos relajarnos.
Pasó el tiempo, -algo que después supe que estos seres tenían medido y que separaban en horas y días-. De ese grupo, no supimos más. Al parecer, salieron por donde entraron. Por la fuente de la luz.
Nosotros hicimos varias incursiones al “Afuera” y conocimos muchas cosas, algunas muy bellas y otras no.
Una vez que mi compañero salio solo, ya nunca regresó.
Yo cambié de piel varias veces, y poco a poco llegaban y se iban grupos de hezpeleohlogozh. Algunos eran respetuosos y otros no. Algunos vecinos se beneficiaron por la llegada de estos seres y otros no.
Yo supe que en su mundo había bondad pero que predominaban cosas que conocí como la avaricia, el odio, el miedo, la violencia y algo que llamaban “Bush”.
Me cansé de su necedad y decidí internarme en las recónditas galerías oscuras y húmedas de mi mundo, donde me siento tan bien.
Desde entonces nunca he vuelto a ver y cada vez que pasa algún insecto, lo capturo y me alimento de su energía como algún día alguien lo hará de la mía.
Mi mundo es simple y oscuro.
Y así soy feliz.
Roberto Rojo
Martes 21 de Octubre de 2003
sábado, 20 de noviembre de 2010
domingo, 7 de noviembre de 2010
De paseo al inframundo
Cierra los ojos, apaga tu luz... ABRELOS! ¿Qué ves?... Nada, parece que aún los tienes cerrados y ellos (tus ojos) se esfuerzan por ver algo, enfocan y afocan sin éxito alguno.
Tu desesperación inicial, natural e inevitable se desvanece poco a poco, estás envuelto en penumbras, el aire es frío y húmedo.
Con tus manos ásperas recorres tu rostro, de repente te das cuenta lo poco que te conoces y el escaso tiempo que te has tomado para saber quién realmente eres.
Con esas prisas del trabajo, de la ciudad casi siempre estás corriendo y pocas veces te detienes para contemplar y meditar tu entorno. Incluso esta emocionante aventura la has hecho a la carrera por que hay poco tiempo.
El silencio a tu alrededor es frío como un hielo, angustiante... y si lo rompes con tu voz se te erizan los pelos por el sonido extraño que emitiste y que no reconoces como tuyo al rebotar y retumbar y que te inquieta por hacerte pensar que hay alguien más contigo... Guardas silencio.
Los sentidos más agudos de tu cuerpo se sienten confundidos al saberse
indefensos y al no tener nigún mensaje que enviar al cerebro.
Buscas nada en el suelo y encuentras que su textura es lisa pero dura como
pulida por el interminable trabajo de la eternidad.
Te encuentras en el reino de la oscuridad, en este medio hipogeo el tiempo se mide de diferente manera, transcurre casi imperceptible a lo largo de eones.
Murmuras casi sin voz una canción triste como para no sentirte solo y para
sentirte más solo aún.
Finalmente sabes que de alguna forma tienes el control; enciendes tu luz con ese chasquido tan característico, casi melódico pero mecánico que tantas veces has escuchado.
Tus ojos se llenan de formas que de pronto aparecen frente a ellos, formas
extrañas y caprichosas: miles de estalactitas penden sobre tu cabeza,
amenazantes, dispuestas a acertar el golpe fatal.
Volteas a tu alrededor y te encuentras justo en medio de una comunidad de
deformes enanos y gigantes imponentes que cobran vida y mudos bailan una danza exótica y loca al compás de la flama que emana de tu casco.
Esta abrumadora y sorpresiva multitud te estremece y te hace llenar de demonios y dioses los miles de nichos que hay en las paredes y que parecen haber sido hechos exprofeso aguardando a ser ocupadas por tu imaginación.
Vacilante te incorporas y avanzas un poco con el corazón latiéndote a mil por hora esperando que en cualquier momento emerjan quimeras de todos esos sitios que tu luz no alcanza a llenar.
Llegas a una catedral gótica de dimensiones terribles, con sus arcos ojivales,rosetones, contrafuertes y gárgolas que durante miles de años han aguardado por tí para que descargues toda tu fé en este majestuoso templo milenario.
El silencio se rompe, primero por la incesante gota que desde el techo llora triste porque hace mucho que no ve la luz; y después por los pasos y las voces de tus compañeros que van llegando al lugar donde te encuentras. Los recibes con gusto pero no revelas la magia que acaba de atravezar tus entrañas.
Cuentan anécdotas mientras caminan y de repente todos se detienen y guardan
silencio porque justo frente a ustedes, las enormes fauces abiertas de un
gigante subterráneo te quitan el aliento y te seducen a explorar el oscuro e infinito abismo que guardan en su interior.
Arman la entrada del tiro y es tu turno de descender. Recuerdas las palabras de Flores Magón: "El abismo no nos detendrá y si morimos moriremos como soles, despidiendo luz."
Con miedo y emoción liberas cuerda y comienzas a bajar lentamente. Después de un rato volteas hacia arriba y sólo ves tu cuerda, volteas hacia abajo y sólo ves tu cuerda.
Estás colgado de nada y vas a llegar hacia ninguna parte -estás solo- flotando ingrávido en el limbo de la oscuridad y todo tu mundo se compone por lo que alcanza a alumbrar tu luz.
Te detienes y regresas a la oscuridad por unos segundos (apagas tu luz).
Piensas... Eres un feto maravilloso dentro del útero de la madre Tierra colgado de tu cordón umbilical.
Bajas y junto a tí están tus compañeros, hermanos de aventura a quien confías tu vida y quienes confían la suya a tí.
Finaliza el recorrido y emprenden un arduo y tedioso regreso. Lentamente
regresan hasta que tus ojos te duelen por la luz que ves.
"Lesedi" dicen los Zulu y significa "Veo la luz". Sales, el cansancio agotador recorre tu cuerpo, pero la luz es más clara, los colores: más brillantes, el viento más fresco que abarrota tus pulmones y una sonrisa maliciosa que se dibuja en tu rostro al saber que estuviste allí, donde sólo unos pocos privilegiados han estado.
Fin
Este texto lo he escrito como recordatorio de que no importa si eres espeleólogo o espeleísta o cuevero o nada de eso, lo más importante de esto es que cada quien disfrute al máximo su aventura de vida guardando respeto por lo que nos rodea.
Saludos desde Ocosingo, Chiapas.
Roberto Rojo
=====
En toda mi vida alguien me susurraba al oído:
vive, Vive, VIVE!!!
Era la Muerte.
Tu desesperación inicial, natural e inevitable se desvanece poco a poco, estás envuelto en penumbras, el aire es frío y húmedo.
Con tus manos ásperas recorres tu rostro, de repente te das cuenta lo poco que te conoces y el escaso tiempo que te has tomado para saber quién realmente eres.
Con esas prisas del trabajo, de la ciudad casi siempre estás corriendo y pocas veces te detienes para contemplar y meditar tu entorno. Incluso esta emocionante aventura la has hecho a la carrera por que hay poco tiempo.
El silencio a tu alrededor es frío como un hielo, angustiante... y si lo rompes con tu voz se te erizan los pelos por el sonido extraño que emitiste y que no reconoces como tuyo al rebotar y retumbar y que te inquieta por hacerte pensar que hay alguien más contigo... Guardas silencio.
Los sentidos más agudos de tu cuerpo se sienten confundidos al saberse
indefensos y al no tener nigún mensaje que enviar al cerebro.
Buscas nada en el suelo y encuentras que su textura es lisa pero dura como
pulida por el interminable trabajo de la eternidad.
Te encuentras en el reino de la oscuridad, en este medio hipogeo el tiempo se mide de diferente manera, transcurre casi imperceptible a lo largo de eones.
Murmuras casi sin voz una canción triste como para no sentirte solo y para
sentirte más solo aún.
Finalmente sabes que de alguna forma tienes el control; enciendes tu luz con ese chasquido tan característico, casi melódico pero mecánico que tantas veces has escuchado.
Tus ojos se llenan de formas que de pronto aparecen frente a ellos, formas
extrañas y caprichosas: miles de estalactitas penden sobre tu cabeza,
amenazantes, dispuestas a acertar el golpe fatal.
Volteas a tu alrededor y te encuentras justo en medio de una comunidad de
deformes enanos y gigantes imponentes que cobran vida y mudos bailan una danza exótica y loca al compás de la flama que emana de tu casco.
Esta abrumadora y sorpresiva multitud te estremece y te hace llenar de demonios y dioses los miles de nichos que hay en las paredes y que parecen haber sido hechos exprofeso aguardando a ser ocupadas por tu imaginación.
Vacilante te incorporas y avanzas un poco con el corazón latiéndote a mil por hora esperando que en cualquier momento emerjan quimeras de todos esos sitios que tu luz no alcanza a llenar.
Llegas a una catedral gótica de dimensiones terribles, con sus arcos ojivales,rosetones, contrafuertes y gárgolas que durante miles de años han aguardado por tí para que descargues toda tu fé en este majestuoso templo milenario.
El silencio se rompe, primero por la incesante gota que desde el techo llora triste porque hace mucho que no ve la luz; y después por los pasos y las voces de tus compañeros que van llegando al lugar donde te encuentras. Los recibes con gusto pero no revelas la magia que acaba de atravezar tus entrañas.
Cuentan anécdotas mientras caminan y de repente todos se detienen y guardan
silencio porque justo frente a ustedes, las enormes fauces abiertas de un
gigante subterráneo te quitan el aliento y te seducen a explorar el oscuro e infinito abismo que guardan en su interior.
Arman la entrada del tiro y es tu turno de descender. Recuerdas las palabras de Flores Magón: "El abismo no nos detendrá y si morimos moriremos como soles, despidiendo luz."
Con miedo y emoción liberas cuerda y comienzas a bajar lentamente. Después de un rato volteas hacia arriba y sólo ves tu cuerda, volteas hacia abajo y sólo ves tu cuerda.
Estás colgado de nada y vas a llegar hacia ninguna parte -estás solo- flotando ingrávido en el limbo de la oscuridad y todo tu mundo se compone por lo que alcanza a alumbrar tu luz.
Te detienes y regresas a la oscuridad por unos segundos (apagas tu luz).
Piensas... Eres un feto maravilloso dentro del útero de la madre Tierra colgado de tu cordón umbilical.
Bajas y junto a tí están tus compañeros, hermanos de aventura a quien confías tu vida y quienes confían la suya a tí.
Finaliza el recorrido y emprenden un arduo y tedioso regreso. Lentamente
regresan hasta que tus ojos te duelen por la luz que ves.
"Lesedi" dicen los Zulu y significa "Veo la luz". Sales, el cansancio agotador recorre tu cuerpo, pero la luz es más clara, los colores: más brillantes, el viento más fresco que abarrota tus pulmones y una sonrisa maliciosa que se dibuja en tu rostro al saber que estuviste allí, donde sólo unos pocos privilegiados han estado.
Fin
Este texto lo he escrito como recordatorio de que no importa si eres espeleólogo o espeleísta o cuevero o nada de eso, lo más importante de esto es que cada quien disfrute al máximo su aventura de vida guardando respeto por lo que nos rodea.
Saludos desde Ocosingo, Chiapas.
Roberto Rojo
=====
En toda mi vida alguien me susurraba al oído:
vive, Vive, VIVE!!!
Era la Muerte.
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